martes, 3 de mayo de 2011

LA JUSTICIA JUSTA

Siempre he tenido fe inquebrantable en la Administración de Justicia, después, claro está, de haber aprobado la Constitución Española de donde emana la división de poderes del Estado de Derecho.
No obstante, desde hace algún tiempo, siento una sensación de escepticismo doloroso porque cada vez se me hace más difícil entenderla en su praxis y cada vez se me hace más difícil comprenderla en sus procedimientos.
La Justicia no debería nunca servirse, ni tolerar la dificultad que en sus procedimientos contiene para favorecer a los ciudadanos en función del saber o poder que éstos tengan, para encontrar puertas de escape que sólo los poderosos encuentran asesorados por legiones de subsidiarios a los que les importa muy poco de donde salen los recursos económicos que perciben por sus minutas.
La Justicia debería eliminar de su código todo lo que discrimina por razones de raza pudiente o de representación ideológica y política, y establecer mecanismos sencillos, claros y, sobretodo, contundentes para esclarecer con pruebas siempre todo proceso que crea alarma social, no por el hecho en sí, sino por los distintos y, a veces, disparatados finales que hay que aceptar porque son irrefutables.
Yo quiero creer, y además creo, que la Justicia es justa, como también creo que quienes la administran son humanos con sentimientos, ideologías, caracteres, emociones, capacidades y, también, presionables por las campañas mediáticas que se montan sin ningún escrúpulo entorno a ellos.
A mi me quedó grabada la escena de la película Los Juicios de Núremberg en la que un juez norteamericano (Spencer Tracy) le espetó en la cara al primer magistrado de la justicia de la Alemania nazi (Burt Lancaster): “usted cuando condenó a muerte a un hombre inocente sólo por ser judío, fue el principal valedor del resto de los 6.000.000 de condenas”. Puedo asegurar que el mensaje es tan nítido que, aunque provenga de una película, yo lo hago siempre mío, porque la Justicia es un pilar del Estado de Derecho y sin él, o inclinado hacia un lado o hacia otro, no es Justicia.
¿Cómo se puede justificar de forma que el pueblo llano lo entienda, que puede ser juzgado un juez por una posible prevaricación (que es muy grave) respecto del caso Gurtel, cuyas escuchas han sido anuladas, antes que el propio caso Gurtel?
¿Cómo se pueden dilatar tanto los juicios cuyos casos crean alarma social pero que proceden de tramas organizadas, mientras se suceden los juicios paralelos en los medios de comunicación, cuya carnaza proviene de las dudas que generan las dilaciones y los retrasos que proporcionan las argucias de los subordinados de los poderosos?
No creo en la justicia de aquellos que mediante la anulación de pruebas, que demuestran la veracidad de su contenido, hacen uso y, a veces, mal uso para desviar los procesos hacia el camino de la dilación o anulación.
Yo creo en la Justicia que no discrimina y reacciona contra los que la bordean para retrasar o anular un delito.